«Pastor, ¿dónde están los devocionales de Nuestro Pan Diario?» Las palabras se pronunciaron ásperamente, casi con ira. La última edición no se había colocado en el estante de la iglesia. Esto llevó a que un lector se enfrentara al pastor. Aunque distribuirlos no era su responsabilidad, este se sintió terriblemente mal por la manera en que este miembro de la congregación lo había reprendido.
Cuando escuché esto, quedé atónito ante la ironía de la situación. La intención de los libritos de devociones es que alienten el crecimiento cristiano y la gracia piadosa. Y, como creyentes de Cristo que leemos materiales de devocional, esperamos estar avanzando hacia la madurez espiritual que lleva a la «entrañable misericordia, […] benignidad, […] humildad, […] mansedumbre, […] paciencia», cualidades de las que debemos «vestirnos» (Colosenses 3:12).
Nuestras disciplinas espirituales (leer la Palabra de Dios de manera conjunta con materiales suplementarios de estudio o devoción, la oración y la adoración) no deben ser fines en sí mismas. En vez de ello, dichas acciones son medios para llegar a ser más a la imagen de Cristo, más piadosos, más guiados por el Espíritu. Nuestra práctica espiritual debe llevar a hacer que «la palabra de Cristo more en abundancia en [n]osotros» (3:16). Eso se mostrará en todo lo que hagamos y digamos.