En la temporada de hockey 2001-2002 de la liga nacional esta-dounidense, el equipo Alas Rojas de Detroit actuó impresionan-temente. Los juegos finales contra el equipo Avalancha deColorado fueron unos de los más emocionantes que he visto. La serieincluyó siete juegos completos, y el juego decisivo se jugó en Detroit.Cuando Detroit saltó a una sustancial ventaja de 4 a 0 hacia elfinal del primer período, el estadio temblaba. Con cada gol el ruidoaumentaba, y para la trompeta final, aquel lugar era una locura. Todoel mundo estaba de pie y vitoreando. ¡La victoria era suya! La escenase repitió varios días después cuando las Alas Rojas ganaron la CopaStanley.
El salmista habló de las voces de júbilo que salen de las bocas delos creyentes por las grandes cosas que Dios ha hecho. Puede habersereferido a las obras de un rey hebreo, o haber estado mirando hacia elfuturo a la victoria del regreso de Cristo. Pero una cosa es segura: elpueblo de Dios está en el bando ganador.
La victoria no está reservada para los ejércitos de Dios; puede suce-der también en nuestras batallas individuales por el Señor. De nues-tras almas deberían surgir palabras de victoria. Pero a veces las acalla-mos. O dejamos de hablar de ellas porque podríamos estar experi-mentando más derrota que victoria.
Los «muchachos perdidos de Sudán» son jóvenes que no dejaronque las fuerzas opresoras los derrotaran. Muchos de ellos viven ahoraen los Estados Unidos. Estos refugiados sufrieron terriblemente por sufe. Algunos de ellos tienen terribles cicatrices en el cuerpo. Todo loque tenían que hacer era renunciar a su fe para ser liberados de lasdespreciables condiciones en las que se encontraban. Pero se negaron.Los que tuvieron el privilegio de visitarlos informaron que vieronuna mirada de triunfo en sus jóvenes rostros. ¡Estaban ganando labatalla!
Si alguien nos quita un espacio para estacionar o si recibimos unacrítica menor, nos hundimos en la depresión. ¡Vamos! Podemos vivirpor encima de esas cosas. Por el poder del Cristo resucitado podemosvencer los reveses pequeños y los grandes ataques de manera quepodamos expresar gritos de victoria. —DCE