Me gusta el café. Me refiero a que en realidad me gusta muchoelcafé. Algunos días necesito mi café para que el cerebro meempiece a funcionar. Es la manera de comenzar mi día. Lotomo mientras paso tiempo con mis amigos y familiares. Me tomouna taza (o muchas tazas) mientras trabajo. Es consolador, social yrelajante.
Pero ¿sabes qué? A veces el café no es suficiente. Mi cerebro nologra arrancar. Es como si no hubiera suficiente café en la cafetera.
Con Dios nunca sucede eso. Él siempre satisface nuestras más pro-fundas necesidades. A diferencia de mi cafetera que no está lo sufi-cientemente llena o no contiene un café lo suficientemente fuerte,Dios ha hecho que todo esté disponible por medio de su Hijo, quiencumplirá sus propósitos para mí. Tengo que encontrar mi fortaleza yconsuelo en Él.
Se nos recuerda en 2 Pedro 1:3 que «su divino poder nos ha conce-dido todocuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verda-dero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelen-cia».
La fortaleza y el poder de Dios están disponibles para nosotrostodos los días. Puesto que he aceptado a Jesús como Salvador, puedorecurrir a sus recursos. A medida que me apoyo en Él, Su Espíritu memantiene alejado del pecado y me da el poder para vivir para Él.
Pero así como mi café no se hace solo por las mañanas (tengo quemoler los granos y llenar la cafetera de agua), así Dios espera quehagamos algunas cosas por nosotros mismos.
Aunque Dios nos da el poder para vivir vidas piadosas, tambiénnos da la responsabilidad de aprender y crecer. Nosotros añadimos anuestra fe (vv.5-8), lo cual requiere acción y arduo trabajo.Pero losrasgos que siguen a la fe —virtud, conocimiento, dominio propio, per-severancia, piedad, fraternidad y amor— todos encajan y se desarrollan mutuamente.
¿Vas a procurar este tipo de crecimiento en Dios? ¿Quieres una tazade café mientras lo piensas? —PW