El salmista había visto «muchas angustias y males» (Salmo 71:20). No obstante, en el fondo de su mente abrigaba la idea de que Dios volvería a darle vida; que lo reviviría. Su planteamiento era el siguiente: «Tú, […], volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra [la tumba]. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme» (vv. 20-21). Si las angustias y los males no terminaban en esta vida, sin duda, acabarían en el cielo.
Este concepto —que algún día estaremos en la presencia de Dios y disfrutaremos de Él para siempre— corona muchos de los salmos y es una afirmación que ayuda a que desaparezcan las dificultades de la vida actual (ver Salmos 16, 17, 49, 73).
Quizá el Señor sea el único que conozca la angustia que has experimentado, pero no todo termina aquí. Un día, tu Padre aumentará tu grandeza: serás revestido de una gloria inefable. Él volverá a consolarte: Su presencia y Su amor te darán paz y reposo.
Richard Baxter escribe: «¡Oh, qué día bendito será cuando […] esté de pie en la orilla y mire hacia atrás, hacia los mares embravecidos que, a salvo, atravesé; cuando rememore mis angustias y tristezas, mis miedos y mis lágrimas, y me adueñe de la gloria que estaba al final de todo!».