Un artículo del Washington Post informó que estudios recientes sobre la naturaleza del prejuicio indicaban que casi todas las personas abrigan parcialidades, y que estas actitudes afectan incluso a aquellos que las resisten con ahínco. Un psicólogo de la Universidad de Kentucky señala que gran parte de nuestra autoestima surge de sentirnos mejores respecto a nosotros mismos en comparación con otros debido al grupo al que pertenecemos. No es fácil dominar los prejuicios, aun dentro de la familia de Dios.
Las palabras de Pablo a los creyentes de Colosas son una enseñanza para nosotros en el día de hoy, al decir que nuestro lenguaje y comportamiento hacia los otros creyentes deberían reflejar la unidad que tenemos en Cristo. Pablo dijo: «y revestido del [hombre] nuevo […], donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos» (Colosenses 3:10-11). En vez de superioridad y favoritismo, deberíamos demostrar misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia los unos a los otros (v. 12). Y, por encima de todas las cosas, tenemos que vestirnos «de amor, que es el vínculo perfecto» (v. 14).
En el cuerpo de Cristo, ninguna raza, nacionalidad ni clase es mejor que otra. Mediante la cruz, Cristo nos ha hecho uno, y nosotros debemos tratarnos mutuamente con honestidad, dignidad y amor.