¿Oíste sobre esa iglesia que no tenía suficiente lugar para estacionar los vehículos? Por fortuna, estaba justo al lado de una tienda que los domingos estaba cerrada, así que, un miembro de la congregación le preguntó al dueño si podían ocupar el lugar. «No hay problema— dijo él. —Pueden usarlo 51 semanas en el año. Pero la 52, estará cerrado con una cadena». El hombre de la iglesia estaba agradecido, pero, por curiosidad, preguntó: «¿Qué pasa esa semana?». El dueño de la tienda respondió: «Nada. Sólo quiero que recuerden que el estacionamiento no es de ustedes».
Es fácil dar por sentadas todas las bendiciones materiales y espirituales que Dios nos ha concedido. Por eso, es necesario detenernos y recordar que las Escrituras dicen que el Señor es el verdadero dueño de todo lo que poseemos: «… todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos» (1 Crónicas 29:11). Incluso nuestro cuerpo no nos pertenece: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, […] y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio…» (1 Corintios 6:19-20).
Y 1 Timoteo 6:17 nos recuerda: «Dios […] nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». ¡Qué inmenso torrente de bendiciones poseemos! No menospreciemos nunca la bondad de nuestro Padre, sino utilicemos con sabiduría y gratitud lo que Él nos ha dado.