Durante una entrevista en un programa de televisión, una artista famosa confesó que gastaba miles de dólares y cientos de horas todos los años en artículos para el cabello y en la peluquería. Reconocía que eso se había convertido en una adicción y admitía que tenía un problema de «sumisión al cabello».
La palabra sumisión significa «entrega a la autoridad o el control de otro». Debido a su deseo de lucir y sentirse hermosa, esta celebridad permitía que su cabello le controlara la vida.
La historia de esta mujer podría hacer que nos preguntemos cuáles son los deseos de nuestro corazón y a qué nos estamos sometiendo. ¿Hay a veces cosas que deseamos tanto que nos subordinamos a hacer lo que sea con tal de conseguirlas? ¿Nos rendimos ante la admiración, las posesiones, el yo, la comida, el dinero, el placer?
En su Epístola a los Romanos, Pablo dijo: «… si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…» (6:16). Cuando nuestros deseos «combaten» en nuestro interior (Santiago 4:1), debemos someternos al Señor como «siervos de Dios» (Romanos 6:22).
Humillarnos delante del Señor (Santiago 4:10) y pedirle que nos muestre cómo está nuestro corazón nos ayudará a reconocer si tenemos problemas de sumisión.