El Servicio Secreto de los Estados Unidos se fundó en 1865. ¿Cuál era su misión? Ocuparse de los falsificadores, en un intento de proteger el dólar y, en consecuencia, la economía de la nación. No obstante, este grupo clave de funcionarios, encargados de hacer cumplir la ley, experimentó un cambio de dirección en 1902. Aunque sus responsabilidades todavía abarcan una diversidad de tareas, alcanzaron renombre por ser quienes protegen al presidente de Estados Unidos de América.
Ese cambio de rumbo en las obligaciones del Servicio Secreto no es nada en comparación con el cambio radical que experimentaron en su vida los creyentes de Tesalónica. Esa transformación espiritual los cambió de tal manera que todo el mundo se dio cuenta. Pablo escribió: «… os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Tesalonicenses 1:9). Y explica: «De tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y Acaya que han creído. […] vuestra fe en Dios se ha extendido» (vv. 7-8). El cambio de dirección que demostraron fue, sin exagerar, tremendo: abandonaron la adoración a los ídolos para entregarse a una relación con el Dios vivo y verdadero. Así, la gente se dio cuenta de la diferencia en sus vidas.
Me pregunto: ¿La gente observa una transformación tan profunda en nuestro corazón y en nuestra manera de vivir?