El 19 de febrero de 1942 fue una jornada fascinante para Canadá: el «día del qué sucedería»; la puesta en escena de una supuesta invasión nazi a Winnipeg, Manitoba, durante la Segunda Guerra Mundial. Procuraba demostrar «qué sucedería» si Canadá caía bajo la rigurosa ocupación nazi, para que los canadienses respaldaran más plenamente la guerra.
Alguien describió así el suceso: «El “día del qué sucedería” nos hizo despertar a la realidad de la ocupación nazi. El pueblo de Manitoba experimentó el intenso dolor de casi todas las brutalidades nazi». La palabra clave es casi. Si bien esa jornada fue un valioso intento de instruir a la gente sobre el peligro del mundo, apenas reflejaba el terrible sufrimiento que asolaba Europa.
Las auténticas pruebas de la vida no son qué sucedería, sino cuando suceda. En efecto, las lecciones más importantes no pueden sólo observarse, sino que deben experimentarse. En los verdaderos tiempos de angustia y quebranto, logramos discernir más profundamente la vida, la fe y nuestra necesidad de Dios. Por eso, Santiago escribió: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Santiago 1:2-3).
Las pruebas llegan porque vivimos en un mundo arruinado, pero nosotros decidimos si aprendemos las lecciones. No existen los «qué sucedería»; son una forma importante de crecer.