Una vez, un amigo mío me dijo: «En todos estos años, he visto cambiar muchas cosas, ¡y siempre estuve en contra de los cambios!». Quizá exageró un poco, pero muchos coincidiríamos en que los cambios no nos gustan; en especial, si se trata de modificar nuestros hábitos y actitudes.

Esta era una de las razones por las que los fariseos criticaban tanto a Jesús. Él cuestionaba el tradicional sistema de las buenas obras y las pretensiones de superioridad moral. Observa el incidente de Lucas 7, donde la «pecadora» del pueblo entró en la casa del «santo». Al fariseo Simón no le impresionó la generosa demostración de afecto de la mujer hacia Jesús. Al leer los pensamientos de superioridad de Simón, el Señor de inmediato cuestionó el concepto erróneo del fariseo sobre su propia bondad; entonces, relató la historia de dos deudores: uno que le debía mucho al amo y otro que le debía menos. «¿Cuál de ellos le amará más?», preguntó Jesús (v. 42). Evidentemente, aquel a quien se le había perdonado más. Refiriéndose a la actitud estoy-muy-contento-conmigo-mismo de Simón, el Señor dijo: «Aquel a quien se le perdona poco, poco ama» (v. 47).

La cuestión es clara: Adormecidos por la idea de cuán buenos somos, nuestro amor a Jesús disminuye porque olvidamos que también estamos entre aquellos cuyos «muchos pecados le son perdonados». Y cuando esto suceda, estemos listos o no, ¡es hora de cambiar!