La Real Policía Montada de Canadá (RPMC) tiene unos 130 años de antigüedad. La formó el primer ministro John A. Macdonald para apaciguar las vastas regiones del noroeste de Canadá. Los contrabandistas de whiskey estaban causando terribles estragos con la venta de un producto de mala calidad, provocando «violencia, pobreza y disolución» en todo el territorio. Además, había surgido una guerra entre las tribus nativas. Fue John A. (como le dicen los canadienses a Macdonald cariñosamente), quien decidió que los montados debían llevar sus abrigos rojos como marca de reconocimiento. Los esquimales respetaban los «abrigos rojos» británicos que siempre los habían tratado con justicia.
El sargento o el guardia que se representa sentado muy derecho sobre su caballo, el cual parece estar en atención también, es el símbolo mejor reconocido de Canadá en todo el mundo. Según la Royal Bank Letter, una publicación regular canadiense, la policía montada es «la
encarnación misma del ideal constitucional canadiense de la paz, el orden y el buen gobierno». La RPMC ha sido desde hace mucho tiempo una de las fuerzas policiales más famosas del mundo. Debido a su tenaz determinación, casi siempre «encuentran al que buscan».
Los seguidores de Jesucristo se parecen a la policía montada de Canadá en algunas cosas. No nos vestimos de rojo, pero estamos vestidos de la justicia que viene de Dios (Romanos 3:21,22). Somos la encarnación de la verdad de Dios en nuestro mundo. Defendemos los principios de Jesucristo. Nuestras obras de santidad, misericordia y amor nos distinguen y resaltan mucho ante un mundo que observa. No solamente actuamos para nosotros mismos, sino que todo lo que hacemos dice mucho de Aquel a quien pertenecemos.
Extendemos nuestras más sinceras felicitaciones a la Real Policía Montada del Canadá y le damos las gracias por ser un modelo de integridad. Al vivir para Jesucristo, ojalá que demostremos la misma clase de compromiso y determinación para representarlo de tal manera que glorifiquemos al Padre. —DE
R E F L E X I Ó N
■ ¿Qué creo que significa estar vestido de la justicia de Dios? ¿De qué manera es un asunto del corazón? ¿De la mente? ¿De la voluntad?
■ ¿De qué forma yo, como creyente en Jesucristo, me convierto en la encarnación de todo lo que Él es? ¿Lo represento bien ante el mundo?
■ ¿Me ha llamado Cristo a representarlo en una tarea específica? ¿Cuál es?