Daniel tenía que participar en la boda de su hermano, pero no se presentó. Era comprensible que los familiares estuvieran decepcionados, incluida su hermana Jazmín, quien estuvo a cargo de leer las Escrituras. En la ceremonia, leyó sin errores el conocido pasaje bíblico de 1 Corintios 13 sobre el amor. Pero tiempo después, cuando su padre le pidió que le entregara un regalo de cumpleaños a Daniel, ella vaciló. Le resultó más difícil poner en práctica las palabras sobre el amor que leerlas. No obstante, poco después se arrepintió y admitió: «No puedo levantarme y leer las Escrituras sobre el amor y no practicarlo».
¿Alguna vez te resultó difícil hacer lo que leíste o escuchaste de la Biblia? No eres el único. Es mucho más fácil leerla o escucharla que obedecerla. Por eso, el desafío de Santiago es tan apropiado: «sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:22). La ilustración del espejo me gusta porque sabemos qué significa ver algo en nosotros que debemos cambiar. No basta con observar solamente. Cuando Santiago nos insta a mirar «atentamente» la verdad de Dios, nos alienta a vivirla. La Palabra de Dios merece nuestra obediencia plena.