Uno de los beneficios de los teléfonos celulares es la comunicación casi ilimitada con otras personas. Por eso, muchos hablan por teléfono o envían mensajes de texto mientras conducen, lo que genera accidentes automovilísticos terribles. Para evitar esas tragedias, en muchas partes del mundo, ya aparecen carteles en las carreteras que indican áreas de señal telefónica donde se puede estacionar y deleitarse en hablar y enviar mensajes.
Si bien es una buena idea restringir las comunicaciones por celular a los conductores, hay otra clase de comunicación que no tiene restricciones: la oración. Dios nos invita a llamarlo, ya sea que vayamos, vengamos o estemos sentados quietos. En el Nuevo Testamento, Pablo aconseja a todo el que quiere comunicarse con Dios que ore sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). Además, encierra esta política divina de acceso entre estas frases: «Estad siempre gozosos» (v. 16) y «dad gracias en todo» (v. 18).
Dios está disponible para clamores inmediatos o para una conversación larga. Recibe con agrado nuestra interacción con Él, en la que le compartimos permanentemente nuestras alegrías, gratitud, necesidades, preguntas y preocupaciones (Hebreos 4:15-16).
La conexión al trono de Dios está siempre disponible. Estamos en un área permanente de señal de oración.