El Café Rendezvous, en Londres, tiene luces agradables, sillones cómodos y una atmósfera con aroma a café. Lo que no tiene son precios. Empezó como un negocio de una iglesia local, pero, al año, fue transformado. Los encargados sintieron que Dios estaba llamándolos a hacer un cambio radical: todo lo que ofrecían en el menú sería gratis. Hoy puedes pedir café, tortas o sándwiches sin costo. Ni siquiera hay un tarro para donaciones. Todo es de regalo.
Le pregunté al gerente por qué eran tan generosos. «Simplemente, estamos tratando a la gente como Dios nos trata a nosotros —dijo—. Él nos da igual, sea que le agradezcamos o no. Es generoso con nosotros más allá de lo imaginable».
Jesús murió para rescatarnos de nuestro pecado y reconciliarnos con Dios. Resucitó y ahora vive. Debido a esto, todos nuestros errores pueden ser perdonados, y hoy podemos tener vida nueva (Efesios 2:1-5). Y una de las cosas más asombrosas es que todo es gratuito. No podemos comprar la vida eterna que Jesús ofrece. Ni siquiera podemos donar para pagarla (vv. 8-9). Es todo de regalo.
Cuando sirven tortas y cafés en el Café Rendezvous, esas personas están reflejando la generosidad de Dios. La vida eterna se nos ofrece a ti y a mí porque Jesús pagó la cuenta.