Blanco como la nieve
En diciembre, fuimos con mi familia a las montañas. Habíamos vivido toda la vida en un clima tropical, así que era la primera vez que veríamos la nieve en todo su esplendor. Mientras contemplábamos el manto blanco sobre los campos, mi esposo citó a Isaías: «si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos» (Isaías 1:18).
Capaz y disponible
Mientras mi esposo estaba en el trabajo, me enteré de que a mi madre le habían diagnosticado cáncer. Le dejé un mensaje y llamé a algunos amigos y familiares, pero no encontré a nadie. Con manos temblorosas cubriendo mi rostro, sollocé: «Señor, ayúdame». La seguridad de que Dios estaba conmigo me consoló en esos momentos en que me sentí tremendamente sola.
Como un niño
Una noche, hace muchos años, después de orar con nuestra hijita de dos años de edad, antes de dormir, mi esposa quedó sorprendida con una pregunta: —Mami, ¿dónde está Jesús?
Gozo
Estoy acercándome rápidamente a una nueva temporada: el «invierno» de la tercera edad; pero todavía no he llegado. Aunque los años pasan volando y, a veces, me gustaría frenarlos, tengo un gozo que me sostiene. Cada día es una nueva jornada que el Señor me da. Con el salmista, puedo decir: «Bueno es alabarte, oh Señor […]; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche» (Salmo 92:1-2).
La última palabra
Un día, en una clase de filosofía, un alumno hizo unos comentarios denigrantes sobre las opiniones del profesor. Para sorpresa de todos, el profesor le agradeció y siguió con otro tema. Más tarde, cuando le preguntaron por qué no le contestó, dijo: «Estoy practicando la disciplina de no tener que tener la última palabra».
Santo, santo, santo
Cuando la vida es agradable, el tiempo pasa demasiado rápido. Denme una tarea que me gusta o una persona con la que me encanta estar, y el tiempo parece irrelevante.
Esperanza verdadera
Hace poco, visité el edificio Empire State con un amigo. La fila parecía corta: llegaba hasta la esquina y doblaba un poco. Sin embargo, cuando entramos, descubrimos que recorría todo el vestíbulo, la escalera y entraba en otro cuarto. Cada curva revelaba más distancia que recorrer.
Dios de vida
Hace unos años, durante el invierno, la ciudad donde vivo atravesó una larga temporada de bajas temperaturas que calaban los huesos. Durante dos semanas seguidas, el termómetro al aire libre se hundió bien por debajo de la marca de cero grados (-20 °C; -5 °F).
Un «Sí» de amor
En agosto de 2016, Carissa posteó en una red social fotos de una inundación devastadora. A la mañana siguiente, agregó una nota de una persona de esa zona, que pedía ayuda. Cinco horas después, ella y su esposo enviaron una invitación para que otros los acompañaran en su viaje de 1.600 kilómetros, para ayudar allí. Menos de 24 horas después, trece personas estaban en camino para servir en aquellos hogares que habían sido seriamente dañados.
La clave es la actitud
Regina volvía del trabajo desanimada y cansada. El día había empezado con un mensaje de una amiga con una noticia trágica, y había ido empeorando en reuniones con compañeros de trabajo que rehusaban aplicar lo que ella sugería. Mientras hablaba con el Señor, pensó que lo mejor era poner a un lado el estrés de ese día y hacer una visita sorpresa a una amiga anciana y llevarle flores. Su ánimo se recuperó cuando María le contó lo bueno que el Señor era con ella: «Tengo mi propia cama y una silla, tres comidas por día y enfermeras que me ayudan. Y, a veces, Dios manda un cardenal a mi ventana porque sabe que me encantan, y Él me ama».