Mientras escuchaba el coro que dirigía mi hija Lisa, que cantaba en un centro para personas de la tercera edad, me preguntaba por qué había elegido el himno Está bien con mi alma, ya que lo habían interpretado en el funeral de su hermana Melissa, y sabía que solía conmoverme.
Las palabras de un hombre sentado a mi lado interrumpieron mis pensamientos: «Es justo lo que necesitaba escuchar». Entonces, me presenté y le pregunté por qué necesitaba esa canción. «La semana pasada perdí a mi hijo en un accidente de motocicleta», respondió.
¡Vaya! Estaba tan concentrado en mí mismo que nunca pensé en las necesidades de los demás, y Dios estaba usando esa canción exactamente donde Él quería. Llevé aparte a mi nuevo amigo, un empleado del centro, y le hablé del cuidado de Dios en ese tan momento difícil de su vida.
Estamos rodeados de personas necesitadas, y, a veces, debemos dejar nuestros sentimientos de lado y ocuparnos de ellas. Una manera de hacerlo es recordar cómo nos consoló el Señor «para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación» (2 Corintios 1:4). Es fácil olvidar que alguien cercano puede necesitar una oración, una palabra de consuelo, un abrazo o una muestra de misericordia en el nombre de Jesús.