Cuando era niño, repartía periódicos para ganar dinero. Tenía que levantarme a las tres de la madrugada, los siete días de la semana, para que los 140 ejemplares estuvieran en el domicilio correspondiente antes de las seis de la mañana.
Sin embargo, un día del año era diferente. El periódico de Navidad lo entregábamos el día anterior, lo cual significaba que la mañana del 25 de diciembre era la única del año en que podía dormir y descansar como una persona normal.
Con el paso de los años, he llegado a apreciar la Navidad por muchas razones, pero, en aquellos tiempos, lo que la hacía especial era lo que la diferenciaba de las demás jornadas del año: era un día de descanso.
En aquel entonces, no entendía por completo el significado del verdadero descanso que produce la Navidad; es decir, que Cristo vino para que todos los que están agobiados por el peso de una ley que nunca puede cumplirse totalmente puedan encontrar descanso a través del perdón que Él ofrece. Jesús declaró: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). En un mundo que presiona más allá de lo que podemos soportar solos, el Señor nos invita a comenzar una relación con Él por fe para encontrar el verdadero descanso.