Mientras estudiábamos en el instituto bíblico, un amigo y yo trabajábamos en una mueblería. A menudo, cuando entregábamos materiales, nos acompañaba una decoradora de interiores, la cual hablaba con los compradores mientras nosotros llevábamos el mueble del camión a la casa. A veces, teníamos que subirlos varios pisos… ¡y cuánto deseábamos hacer la tarea de la decoradora en lugar de la nuestra!

Durante los 40 años de peregrinación de Israel en el desierto, a tres familias de la tribu sacerdotal de Leví se les asignó la tarea de transportar el tabernáculo. Lo armaban, lo desarmaban y lo llevaban al siguiente lugar; y repetían el proceso una y otra vez. La descripción de su tarea era sencilla: «los utensilios que ellos tienen que transportar» (ver Números 4:32).

Me pregunto si estos «custodios» envidiaron alguna vez al «sacerdote» que ofrecía sacrificios e incienso con esos utensilios santos (vv. 4-5, 15). Seguramente, esa tarea parecía mucho más fácil y prestigiosa. Sin embargo, ambas asignaciones eran importantes y procedían del Señor.

Muchas veces, no elegimos el trabajo que hacemos, pero sí podemos determinar con qué actitud lo llevaremos a cabo. La medida de nuestro servicio a Dios es cómo lo hacemos.