El pequeño instituto bíblico en el norte de Ghana no llamaba la atención: un edificio de ladrillos huecos con techo de chapa y un puñado de estudiantes. Pero Bob Hayes dedicó su vida a ellos. Les dio tareas de liderazgo y los alentó a predicar y enseñar. Bob murió hace unos años, pero decenas de iglesias fervientes, algunas escuelas y otros dos institutos bíblicos se han extendido por aquel país; todo iniciado por graduados de esa humilde escuela.
Durante el reinado de Artajerjes, Esdras reunió a un grupo de exiliados judíos para regresar a Jerusalén, pero no había ningún levita entre ellos (Esdras 8:15), y los necesitaba para que oficiaran de sacerdotes. Entonces, Esdras ordenó que «trajesen ministros para la casa de […] Dios» (v. 17). Ellos lo hicieron (vv. 18-20), y guio a todos a ayunar y orar (v. 21).
Esdras significa «auxiliador», característica vital de un buen líder. Con su guía, él y sus alumnos encabezaron un avivamiento espiritual en Jerusalén (ver caps. 9–10). Lo único que necesitaron fue un poco de aliento y dirección sabia.
Así funciona también la iglesia de Dios. Tal como los buenos mentores alientan y edifican a los demás, aprendemos a hacer lo mismo con otros. Esta influencia trascenderá. Lo hecho fielmente para Dios se extiende hasta la eternidad.