En El maravilloso mago de Oz, Dorothy, Espantapájaros, Hombre de hojalata y León cobarde vuelven a Oz con la escoba que empoderó a la Bruja mala del oeste. A cambio de la escoba, el mago había prometido darles sus cuatro deseos más profundos: un viaje a casa para Dorothy, un cerebro para Espantapájaros, un corazón para Hombre de hojalata y valentía para el León cobarde. Pero el mago lo posterga y les dice que vuelvan al día siguiente.
Mientras le ruegan al mago, el perro de Dorothy, Totó, corre la cortina detrás de la cual habla el mago, y descubren que no era ningún mago, sino apenas un hombre temeroso y perturbado de Nebraska.
Se dice que el autor, L. Frank Baum, tenía problemas graves con Dios, y que por eso quería enviar el mensaje de que solo nosotros tenemos el poder para resolver nuestros problemas.
Por el contrario, el apóstol Juan corre la cortina para revelar detrás del «velo» al verdadero Maravilloso. Juan no encuentra palabras (notar el uso repetido de como y semejante), pero deja claro que Dios está sentado en el trono, rodeado de un mar de vidrio (Apocalipsis 4:2, 6). A pesar de los problemas que nos agobien aquí (caps. 2–3), Dios no es indiferente, sino que obra para nuestro beneficio y para que experimentemos su paz.