Hace poco, descubrí la maravilla del arte anamórfico. Aunque al principio parece una mezcla de partes incoherentes, una escultura anamórfica solo tiene sentido si se la observa desde el ángulo correcto. Una serie de varas verticales se combinan para revelar el rostro de un famoso líder; una masa de cables bosquejan un elefante; cientos de motas negras suspendidas con un alambre se convierten en el ojo de una mujer. La clave de este arte es observar desde distintos ángulos hasta que se revela su significado.
Con miles de versículos de historia, poesías y otros recursos, la Biblia puede ser difícil de entender. Pero ella misma nos dice cómo develar su significado. Hay que tratarla como una escultura anamórfica: verla desde diferentes ángulos y meditar en ella profundamente.
Así funcionan las parábolas de Jesús. Los que meditan en ellas obtienen «ojos [que] ven» su significado (Mateo 13:10-16). Pablo le dijo a Timoteo que reflexionara en sus palabras para que Dios le diera discernimiento (2 Timoteo 2:7). Y el estribillo que se repite en el Salmo 119 alude a que meditar en la Escritura abre nuestros ojos para ver su significado (119:18, 97-99).
Pasa tiempo observando un versículo desde todos los ángulos. El discernimiento bíblico viene de meditar en la Escritura, no solo de leerla.