Qué pérdida de tiempo, pensó Julia. Su agente de seguros insistía en volver a reunirse. Sabía que sería otro aburrido lanzamiento de ventas, pero decidió aprovecharlo al máximo, buscando una oportunidad de hablar de su fe.
Al notar que la agente tenía las cejas tatuadas, le preguntó vacilante por qué, y supo que lo había hecho porque creía que le traería suerte. La pregunta de Julia fue un desvío riesgoso de la charla rutinaria sobre finanzas, pero abrió la puerta para hablar de la suerte y la fe, y de por qué ella descansaba en Cristo. Esa hora «perdida» se convirtió en una cita divina.
Jesús también tomó un desvío riesgoso. Viajando de Judea a Galilea, salió del camino para hablar con una samaritana; algo impensable para un judío. Peor aún, ella era una mujer adúltera que incluso los samaritanos evitaban. Pero Él terminó teniendo una conversación que llevó a que muchos fueran salvos (Juan 4:1-26, 39-42).
¿Tienes que reunirte con alguien a quien no quieres ver? ¿Te cruzas siempre con un vecino que normalmente evitas? La Biblia nos recuerda que estemos siempre preparados —«a tiempo y fuera de tiempo»— para compartir el evangelio (2 Timoteo 4:2). Considera tomar un «desvío riesgoso». Tal vez Dios esté dándote una oportunidad divina de hablarle a alguien de Él.