Gradación. Este término, usado en la esfera del acondicionamiento físico, permite que todos participen. Por ejemplo, si el ejercicio específico son flexiones, tal vez tú hagas diez seguidas, pero yo puedo hacer solo cuatro. El estímulo de la instructora sería que gradúe las flexiones según mi condición física en ese momento. No todos tenemos el mismo nivel, pero nos movemos en la misma dirección. En otras palabras, ella diría: «Haz cuatro flexiones con toda tu fuerza. No te compares con los demás. Gradúa el movimiento por ahora, sigue haciendo lo que puedes, y te asombrarás cuando hagas siete; e incluso un día, diez».
En relación a dar, el apóstol Pablo fue claro: «Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7). Pero su exhortación a los creyentes de Corinto, y a nosotros, incluye una variación en la gradación: «Cada uno dé como propuso en su corazón» (v. 7). Nos encontramos en diferentes niveles de dar, y a veces, esos niveles cambian con el tiempo. La comparación no es beneficiosa, pero la actitud sí. Según la condición en que estemos, demos generosamente (v. 6). Nuestro Dios prometió que la práctica disciplinada de este dar con alegría enriquece en todo sentido con una vida bendecida cuyo resultado es «acción de gracias» a Él (v. 11).