En el funeral de David Schumm, elogiamos el optimismo, la perseverancia y la fe de un hombre que había padecido una grave parálisis cerebral. Durante sus 74 años de vida, las simples actividades cotidianas le habían requerido un gran esfuerzo. A pesar de todo, seguía sonriendo y ayudando a otros, y dedicó más de 23.000 horas como voluntario en un hospital y aconsejó a jóvenes en situación de riesgo.
David escogió Isaías 35:3-10 para que se leyera en su funeral: «Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará. […]. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad» (vv. 3-4, 6). Esta promesa al cautivo pueblo de Israel nos recuerda la esperanza que tenemos en que Cristo volverá a buscar a aquellos que confían en Él y lo siguen.
Durante sus últimas semanas de vida, David solía mostrar a quienes lo visitaban un cuadro de Jesús que tenía cerca de su cama, y decía: «Pronto vendrá a buscarme». ¡Esta es la esperanza que Jesucristo da a todos sus hijos, lo cual nos llena de gratitud y alabanza a su nombre!