«Cuando la tragedia ocurre o incluso lastima, hay oportunidades de demostrar gracia o de vengarse —señaló el recientemente desconsolado pastor Erik Fitzgerald—. Yo decidí mostrar gracia». Su esposa había muerto en un accidente automovilístico causado por un conductor que se quedó dormido. Los fiscales querían saber si exigiría la sentencia máxima, pero él decidió practicar el perdón acerca del cual solía predicar. Para sorpresa de ambos, finalmente se hicieron amigos.
El pastor Erik estaba poniendo en práctica la gracia que había recibido de Dios, quien lo había perdonado de todos sus pecados. Así, evocaba las palabras del profeta Miqueas, que alababa al Señor por perdonar el pecado y hacerlo cuando procedemos mal (Miqueas 7:18). El profeta emplea maravillosamente el lenguaje visual para mostrar hasta qué punto Dios perdona, diciendo: «sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados» (v. 19). Aquel día, el conductor recibió de regalo la libertad, la cual lo acercó a Dios.
Cualquiera que sea la dificultad que enfrentemos, sabemos que Dios extiende sus brazos con amor, dándonos la bienvenida a su abrazo reconfortante. Él «se deleita [en mostrar] misericordia» (v. 18), y nos da la fuerza para perdonar a quienes nos dañan.