En 2016, la población mundial gastó unos 98.200.000.000 de dólares en chocolates. El número es impactante, pero al mismo tiempo, no es tan sorprendente. Después de todo, sabe delicioso y nos encanta comerlo. Por eso, todos se alegraron cuando se descubrió que la dulce golosina también beneficia mucho la salud. Contiene flavonoides, los cuales protegen el cuerpo contra el envejecimiento y los ataques al corazón. Jamás una receta para la buena salud se ha recibido o escuchado con tanto agrado (¡desde luego, consumido con moderación!).
Salomón sugirió otro «dulce» digno de consumir: la sabiduría. Le recomendó a su hijo comer miel «porque es buena» (Proverbios 24:13), y compara su dulzura con la sabiduría. A la persona que se alimenta de la sabiduría de Dios en la Escritura le resulta beneficiosa para la enseñanza y el entrenamiento, y la equipa para «toda buena obra» necesaria para realizarse en la vida (2 Timoteo 3:16-17).
La sabiduría nos permite tomar decisiones inteligentes y entender nuestro entorno. Vale la pena invertir en ella y compartirla con nuestros seres queridos; como lo hizo Salomón con su hijo. Saborear la sabiduría de Dios en la Biblia nos hace sentir bien. Es un dulce que podemos disfrutar sin límites; en realidad, ¡se nos alienta a hacerlo!