Fue un simple toque, pero eso hizo toda la diferencia para Carlos. Mientras su pequeño equipo se estaba preparando para realizar una labor benéfica en una zona conocida por su hostilidad hacia los creyentes en Cristo, su nivel de estrés comenzó a subir. Cuando les compartió su preocupación a los compañeros, su amigo se detuvo, le puso la mano en el hombro y le dio unas palabras de aliento. Carlos evoca ahora aquel breve toque como un punto de inflexión; un poderoso recordatorio de la simple verdad de que Dios estaba con él.
Juan, el querido amigo y discípulo de Jesús, había sido desterrado a la inhóspita isla de Patmos por predicar el evangelio, cuando oyó «una gran voz como de trompeta» (Apocalipsis 1:10). A ese acontecimiento sorprendente, le siguió una visión del Señor mismo, y Juan «[cayó] como muerto a sus pies». Pero en ese momento atemorizador, recibió consuelo y aliento. Juan escribió: «él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último» (v. 17).
Dios nos saca de nuestra zona de confort para mostrarnos cosas nuevas, ampliar nuestros horizontes y ayudarnos a crecer. Pero también nos da valor y consuelo para atravesar toda situación. Nunca nos dejará solos. Él tiene todo bajo control. Nos tiene en sus manos.