Cuando aldeanos franceses ayudaban a refugiados judíos a esconderse de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, algunos cantaban en los densos bosques de los alrededores… para avisarles a los refugiados que podían salir seguros de sus escondites. Estos valientes habitantes de Le Chambon-sur-Lignon habían obedecido el llamado del pastor local y de su esposa a recibir a los judíos en su planicie conocida como «La montaña protestante». Su señal musical se convirtió en una muestra de la valentía de los aldeanos que ayudaron a salvar de la muerte a más de 3.000 judíos.
En otro momento peligroso, David cantó cuando su enemigo Saúl envió asesinos a su casa. Pero su música no fue una señal, sino un canto de gratitud al Señor por refugiarlo: «yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia» (Salmo 59:16).
Su canto no es «silbar en la oscuridad» durante el peligro, sino expresar su confianza en el Dios todopoderoso: «Dios es mi alto refugio, el Dios que tiene misericordia de mí» (v. 17 rva2015).
Tanto la alabanza de David como la de aquellos aldeanos franceses invitan a bendecir al Señor con nuestro canto, a pesar de las dificultades de la vida.