En la tienda de bicicletas Segunda Oportunidad, los voluntarios arreglan bicicletas desechadas y las donan a niños pobres. Su fundador, Ernie Clark, también las da a adultos necesitados, sin hogar, discapacitados y a veteranos militares que luchan por sobrevivir en la vida civil. No solo las bicicletas tienen una segunda oportunidad, sino que también los receptores logran a veces empezar de nuevo.

Las segundas oportunidades pueden transformar una vida; en especial, cuando vienen de Dios. El profeta Miqueas exaltó esa gracia cuando Israel se arrastraba entre sobornos, fraude y otros pecados despreciables, y se lamentó: «Ya no hay en el país gente misericordiosa. Ya no hay una sola persona honrada» (Miqueas 7:2 rvc).

Miqueas sabía que Dios tenía derecho a castigar la maldad, pero que por amor, les daría otra oportunidad a los que se arrepintieran: «¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo?» (v. 18 rvc).

Nosotros también podemos regocijarnos de que Dios no nos abandona si le pedimos perdón por nuestros pecados. Como declaró Miqueas sobre Dios: «Tú volverás a tener misericordia de nosotros, sepultarás nuestras iniquidades, y arrojarás al mar profundo todos nuestros pecados» (v. 19 rvc).