Mientras la música llenaba el auditorio de la iglesia, el artista daltónico Lance Brown subió al escenario. Frente a una tela blanca y de espaldas a la congregación, mojó su pincel en pintura negra, y con trazos delicados, dibujó una cruz. Así, este narrador de historias visuales creó imágenes de la crucifixión y la resurrección de Cristo. En menos de seis minutos, cubrió las grandes porciones de tela con pintura negra, agregando azul y blanco para completar lo que terminó siendo una pintura abstracta. Luego, levantó la tela, la giró cabeza abajo y apareció una imagen escondida: el rostro lleno de compasión de Jesús.
Aunque inicialmente, Brown rechazó la sugerencia de un amigo sobre pintar en reuniones en las iglesias, ahora viaja por el mundo alentando a la gente a adorar con sus pinturas y testificando de Cristo.
El apóstol Pablo enfatiza el valor y el propósito de los diversos dones y talentos que Dios da a cada miembro de su familia, equipándolos para glorificarlo y edificar a otros en amor (Romanos 12:3-5). Y nos insta a identificarlos y usarlos para servir con diligencia y alegría (vv. 6-8).
Mientras celebramos su creatividad, Dios usa nuestra singularidad para difundir el evangelio y edificar a otros creyentes en amor.