Cuando estaba en la universidad, pasaba mis veranos trabajando en una hostería en las montañas. A los miembros del personal se les iba asignando por turnos la «vigilia de la noche»: quedarse cuidando que no hubiera ningún incendio forestal. Lo que al principio parecía una tarea agotadora e ingrata, se transformó en una oportunidad para estar quieto, reflexionar y hallar consuelo en la presencia de Dios.
El rey David buscaba con sed y afán la presencia de Dios (Salmo 63:1), incluso desde su cama y durante «las vigilias de la noche» (v. 6). El salmo deja claro que David estaba perturbado; posiblemente, por la rebelión de su hijo Absalón. No obstante, la noche se transformó en un momento para que David encontrara ayuda y restauración «en la sombra de [las] alas [de Dios]» (v. 7); en su poder y su presencia.
Quizá estés atravesando alguna crisis o dificultad en tu vida, y las vigilias de la noche no te traigan consuelo. Tal vez tengas un «Absalón» propio que te pese en el corazón. O puede haber otras cargas familiares, laborales o financieras que asedien tus momentos de descanso. Si así es, considera estos desvelos una oportunidad para clamar a Dios y aferrarte a Él, permitiendo que su mano amorosa te sostenga (v. 8).