Cuando Adrián tenía 15 años, empezó a orar a Satanás; y decía: «Sentía que él y yo éramos compañeros». Entonces, comenzó a mentir, robar, y manipular a su familia y amigos. También tenía pesadillas: «Una mañana me levanté y vi al diablo al pie de mi cama. Me dijo que iba a aprobar mis exámenes y que luego moriría». Sin embargo, cuando terminó sus exámenes, no murió. Adrián reflexionó: «Me quedó claro que era un mentiroso».
Con la esperanza de conocer chicas, Adrián fue a un festival cristiano, donde un hombre se ofreció a orar por él. «Mientras él oraba por mí, sentí una sensación de paz que me inundaba el cuerpo». Experimentó algo «más poderoso y más liberador» que lo que sentía por Satanás. Aquel hombre le dijo que Dios tenía un plan para él y que Satanás era mentiroso. Sus palabras evocaban lo que Jesús dijo del diablo cuando les respondió a algunos de sus opositores: «es mentiroso, y padre de mentira» (Juan 8:44).
Adrián se convirtió del satanismo a Cristo, y ahora «es de Dios» (v. 47). Sirve al Señor en una comunidad urbana, compartiendo sobre la diferencia que produce seguir a Cristo. Es un testimonio viviente del poder salvador de Dios: «Puedo decir con confianza que Dios me salvó la vida».