Veinte minutos después de despegar, el plan de vuelo pasó de la calma al caos. Cuando uno de los motores del avión falló, partes sueltas rompieron una de las ventanillas, y la cabina se descomprimió. Lamentablemente, varios pasajeros sufrieron heridas y una persona murió. De no haber tenido el avión un piloto tranquilo y capaz —entrenado para la guerra—, las cosas habrían sido trágicamente peores. El titular de un periódico decía: «En manos asombrosas».
En el Salmo 31, David reveló que conocía algo sobre las manos asombrosas y protectoras del Señor. Por eso, podía decir confiado: «En tu mano encomiendo mi espíritu» (v. 5). Estaba convencido de que el Señor era confiable incluso cuando la vida tambalea. Fuerzas enemigas le habían complicado mucho la vida. Pero aunque se sintiera vulnerable, mantenía la esperanza. En medio del acoso, podía suspirar aliviado y gozoso porque su Dios fiel y amoroso era su fuente de confianza (vv. 5-7).
Quizá estés atravesando una etapa con problemas de todas partes, y te resulta difícil ver qué sucederá. En medio de la incertidumbre, la confusión y el caos, una verdad permanece inmutable: los que confían en el Señor están en manos asombrosas.