Pies de ciervas en los lugares altos, la clásica alegoría de la vida cristiana, está basada en Habacuc 3:19. Narra el viaje de su personaje, Miedosa, con el Pastor. Como Miedosa está aterrorizada, le pide al Pastor que la cargue en sus brazos.
El Pastor responde amablemente: «Ciertamente, podría llevarte en volandas todo el camino hasta los Lugares Altos, evitando que tuvieras que escalar trepando por las rocas hasta llegar allí. Pero, si lo hiciera, nunca conseguirías desarrollar tus pies de cierva y convertirte después en mi compañera para ir adonde yo vaya».
Miedosa evoca las preguntas de Habacuc, el profeta del Antiguo Testamento, (y, si soy sincera, las mías también): «¿Por qué tengo que sufrir? ¿Por qué es difícil mi viaje?».
Habacuc vivía en una sociedad que pasaba por alto la injusticia social y estaba paralizada por el miedo ante la inminente invasión babilónica (Habacuc 1:2-11). Le pidió al Señor que interviniera y que quitara el sufrimiento (1:13), y Dios le respondió que obraría con justicia, pero a su tiempo (2:3). Por fe, Habacuc decidió confiar en el Señor, aunque el sufrimiento continuara.
Nosotros también podemos confiar en que el Señor nos ayudará a soportar el sufrimiento, y que usará esos desafíos para profundizar nuestra comunión con Él.