Imagina estar hombro a hombro con personas que observan junto a un camino polvoriento. La mujer detrás de ti está parada en puntillas, tratando de ver quién viene. A lo lejos, ves a un hombre montado en un burro. A medida que se acerca, la gente arroja sus mantos sobre el camino. De pronto, oyes un ruido. Un hombre está cortando hojas de palmera, y muchos las esparcen por delante del animal.
Los seguidores de Jesús lo honraron cuando entró en Jerusalén pocos días antes de su crucifixión. La multitud se regocijaba y alababa a Dios «por todas las maravillas que habían visto» (Lucas 19:37). Los devotos de Jesús lo rodeaban, exclamando: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor!» (v. 38). Su entusiasta honra contagió a los habitantes de Jerusalén. Cuando Jesús finalmente llegó, «toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?» (Mateo 21:10).
Aún hoy, la gente siente curiosidad por Jesús. Aunque no podemos cubrir de palmeras su camino ni alabarlo en persona, sí es posible honrarlo. Podemos exponer sus obras maravillosas, ayudar a personas necesitadas, soportar con paciencia los insultos y amarnos unos a otros profundamente. Si hacemos estas cosas, debemos estar preparados para responder a quienes pregunten: «¿Quién es Jesús?».