Hace poco, una amiga se preparaba para mudarse a una ciudad a más de 1.600 kilómetros de su residencia actual. Con su esposo, dividieron la tarea para instalarse lo antes posible. Él se encargó de buscar la casa donde iban a vivir, mientras que ella empacaba las cosas. Me sorprendió su disposición a mudarse sin estudiar previamente la zona ni participar en la búsqueda de la casa, y le pregunté cómo podía hacerlo. Reconoció que no era fácil, pero sabía que podía confiar en su marido porque, después de vivir tantos años juntos, él conocía sus preferencias y necesidades.
En el aposento alto, Jesús les habló a sus discípulos sobre la traición que experimentaría y su muerte, y de las horas oscuras que se avecinaban tanto para Él como para ellos. Pero los consoló asegurándoles que les prepararía un lugar en el cielo, así como el esposo de mi amiga preparaba un nuevo hogar para su familia. Aunque lamentarían su muerte y su ausencia, Jesús les recordó que podían confiar en que haría lo que les había dicho.
Aun en nuestras horas más oscuras, podemos confiar en que el Señor nos guiará a un lugar de bendición. A medida que caminemos con Él, aprenderemos a confiar cada vez más en su fidelidad.