«Es cáncer». Quise ser fuerte cuando mi mamá dijo esas palabras. Rompí en llanto. Uno jamás quiere escucharlas; ni siquiera una vez. Pero era la tercera vez que ella luchaba contra ese mal. Después de unos exámenes de rutina, se enteró de que tenía un tumor maligno debajo del brazo.
Aunque Mamá era la de la mala noticia, tuvo que consolarme a mí. Su respuesta me sorprendió: «Sé que Dios es bueno conmigo siempre. Él siempre es fiel». A pesar de enfrentar una cirugía difícil y radioterapia, Mamá estaba segura de la presencia y la fidelidad del Señor.
¡Qué parecido a Job! Perdió a sus hijos, su riqueza y su salud. Pero después, «se postró en tierra y adoró» (Job 1:20). Cuando le aconsejaron maldecir a Dios, respondió: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (2:10). ¡Qué maravillosa respuesta inicial! Aunque más tarde se quejó, al final, aceptó que Dios nunca había cambiado. Sabía que seguía con él y que le importaba su vida.
Para la mayoría, la alabanza no es la primera respuesta ante las dificultades. A veces, el dolor de nuestras circunstancias es tan abrumador que reaccionamos con temor o enojo. Pero ver la respuesta de mi mamá me recordó que Dios sigue estando presente y siendo bueno. Él nos ayuda a atravesar los momentos difíciles.