En nuestra condición natural, estamos destituidos de ella (Romanos 3:23).
Jesús es el resplandor de ella (Hebreos 1:3), y quienes lo conocieron a Él la vieron (Juan 1:14).
En el Antiguo Testamento, ella llenaba el tabernáculo (Éxodo 40:34-35), y los israelitas fueron guiados por ella.
A nosotros se nos promete que, al final de los tiempos, ella iluminará con tal esplendor el cielo, que no habrá necesidad de sol ni de luna (Apocalipsis 21:23).
¿A qué se refieren los pronombres en estas afirmaciones? A la gloria de Dios. ¡Y es asombrosa!
Toda la Biblia enseña que podemos disfrutar de atisbos de la magnífica gloria de Dios mientras habitemos en esta Tierra que Él creó. La gloria de Dios se describe como la manifestación externa de su ser. Como no podemos ver a Dios, nos da imágenes claras de su presencia y obra en cosas tales como la majestad del universo, la grandeza de nuestra salvación y la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Observa hoy la gloria de Dios, las evidencias de su grandeza. La verás en la belleza de la naturaleza, en la risa de un niño y en el amor de los demás. Aún hoy, Dios llena la Tierra con su gloria.