Cuando un turista perdió su teléfono celular en la playa, pensó que no lo volvería a ver. Sin embargo, a la semana, un pescador lo llamó. Había encontrado el teléfono —que, tras secarse, seguía funcionando— en un bacalao de unos once kilos.
La vida está llena de historias insólitas, y, en la Biblia, encontramos varias. Un día, un recaudador de impuestos se acercó a Pedro y le preguntó: «¿Su maestro no paga el impuesto del templo?» (Mateo 17:24 NVI). Jesús convirtió esa situación en un momento aleccionador al explicarle a Pedro su rol como Rey. Los hijos de un rey no pagaban impuestos, y el Señor dejó claro que ni Él ni sus hijos debían impuestos al templo (vv. 25-26).
Pero, «para no ofenderles» (v. 27), le dijo a Pedro que fuera a pescar (esta es la parte insólita de la historia). Pedro encontró una moneda en el primer pez que pescó.
¿Cómo se le ocurre intervenir así a Jesús? Mejor dicho: Nadie mejor que Jesús para intervenir, ya que Él es el verdadero Rey… aunque muchos no lo reconozcan así. Cuando aceptamos a Jesús como Salvador, nos convertimos en hijos de Dios.
La vida será exigente con nosotros, pero el Señor proveerá lo que necesitemos. Como lo expresa el pastor David Pompo: «Cuando pescamos para nuestro Padre, podemos depender de su provisión».