Cuando visité un museo en Chicago, vi uno de los Leones Andantes originales de Babilonia. Era un relieve mural inmenso de un león alado con una expresión feroz. Como símbolo de Istar, la diosa babilonia del amor y la guerra, este era uno de 120 leones similares que enmarcaban una vía procesional durante 604-562 a.C.
Los historiadores afirman que, después de que los babilonios conquistaron Jerusalén, los cautivos hebreos habrían visto estos leones durante el reinado de Nabucodonosor. Además, es probable que algunos hayan creído que Istar había vencido al Dios de Israel.
Daniel, uno de los esclavos hebreos, no compartía estos interrogantes que tal vez hayan afligido a algunos israelitas. Su visión y su compromiso con Dios permanecieron firmes. Oraba tres veces al día, con la ventana abierta, incluso cuando sabía que esto lo llevaría al foso de los leones. Después de que Dios rescató a Daniel de los hambrientos animales, el rey Darío exclamó: «[El Dios de Daniel] es el Dios viviente y permanece por todos los siglos […]. Él salva y libra» (Daniel 6:26-27). La fidelidad de Daniel le permitió influenciar a los líderes babilonios.
Permanecer fiel a Dios a pesar de la presión y el desánimo puede inspirar a otros a glorificarlo.