En algunas culturas, se espera que un joven permita que una persona mayor entre primero a una habitación. En otras, entra antes el individuo más importante o de mayor rango. Al margen de las tradiciones, a veces, nos resulta difícil dejar que otro elija primero en cuestiones importantes; en especial, cuando ese derecho nos pertenece a nosotros.
Abram (llamado después Abraham) y su sobrino Lot tenían tantos rebaños, ganado y tiendas que la tierra no era suficiente para ambos mientras viajaban juntos. Para evitar conflictos, Abram sugirió que se separaran, y permitió generosamente que Lot escogiera primero. Su sobrino eligió el fértil valle del Jordán, y le dejó a su tío la región menos deseada.
Abram, en vez de imponer sus derechos como el mayor, confió su futuro a Dios: «Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos […]. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda» (Génesis 13:8-9). Al final, la elección de Lot trajo consecuencias terribles a toda su familia (ver Génesis 19).
Hoy, al enfrentar diversas decisiones, podemos confiar en la guía de Dios. Él prometió cuidarnos y suplir siempre nuestras necesidades.