Caleb era una persona «de todo corazón». Con Josué, formaron parte del equipo de doce espías que exploraron la tierra prometida. Dijo: «Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos» (Números 13:30). Sin embargo, los otros diez afirmaron que era imposible conquistarla. A pesar de las promesas de Dios, solo vieron obstáculos (vv. 31-33).
Diez hombres hicieron que el pueblo se desanimara y se quejara contra Dios, y peregrinaron 40 años por el desierto. Pero Caleb nunca se rindió. El Señor declaró: «Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión» (14:24). Después de 45 años, Dios cumplió su promesa, cuando Caleb, de 85 años, recibió Hebrón «por cuanto había seguido cumplidamente al Señor Dios de Israel» (Josué 14:14).
Siglos más tarde, un experto de la ley le preguntó a Jesús: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento» (Mateo 22:36-38).
Caleb sigue inspirándonos por su confianza en un Dios que merece nuestro amor, confianza y compromiso de todo corazón.