En su casa nueva, Débora encontró una planta abandonada en un rincón oscuro de la cocina. Las hojas arrugadas y polvorientas parecían de una orquídea enmohecida, y se imaginó lo hermosa que luciría la planta cuando brotara de nuevo. Movió la maceta a un lugar cerca de la ventana, le cortó las hojas y la regó. Compró fertilizante y lo puso en las raíces. Durante semanas, inspeccionó la planta, pero los brotes no aparecían. «Le daré un mes más —le dijo a su esposo—. Si no pasa nada para entonces, la tiro».
Cuando llegó el día de decidir, no podía creer lo que veía: ¡dos pequeños brotes estaban asomando entre las hojas! La planta que estuvo a punto de descartar seguía viva.
A veces, ¿te desanima tu aparente falta de crecimiento espiritual? Quizá te descontrolas con frecuencia o disfrutas de ese chisme malicioso que no puedes evitar contarle a alguien. O tal vez te levantes demasiado tarde como para orar o leer tu Biblia, aunque habías decidido poner la alarma más temprano.
¿Por qué no le cuentas a un amigo confiable sobre las áreas de tu vida en las que deseas crecer espiritualmente, y le pides que ore por ti y te aliente a ser responsable? Ten paciencia. Crecerás en la medida en que permitas que el Espíritu Santo obre en ti.