La habilidad de Macarena Valdés para localizar minas subterráneas fue vital para rescatar a los 33 mineros chilenos que quedaron atrapados tras una explosión en octubre de 2010. Perforar el suelo para encontrar el lugar exacto fue como «tratar de pegarle un tiro a una mosca a 700 metros de distancia», declaró. Su experiencia le permitió dirigir la sonda hasta donde estaban enterrados aquellos hombres, lo cual hizo posible el dramático rescate.
Es fácil desanimarse cuando uno se esfuerza para rescatar espiritualmente a las personas. Aunque el apóstol Pablo enfrentó obstáculos mayores, afirmó: «no desmayamos» (2 Corintios 4:1). Si bien «el dios de este siglo [cegaba] el entendimiento de los incrédulos, para que no les [resplandeciera] la luz del evangelio», él seguía proclamando la buena noticia de la salvación (vv. 4-5). Pablo sabía que Dios, en su amor, podía iluminar a los demás con la misma luz que había disipado su propia oscuridad (v. 6).
Tú y yo podemos tener historias similares: impulsados por el amor de Dios, también tenemos una razón para no desanimarnos. Tal como Macarena ayudó a rescatar a los mineros, el Espíritu Santo puede trasmitir la luz de nuestro amor y testimonio a quienes tal vez no sepan que necesitan ser rescatados.