La vida no es fácil para los aldeanos que viven en un terreno montañoso de la provincia de Yunnan, en China. Su principal fuente de alimentos es el maíz y el arroz. Sin embargo, en mayo de 2002, una grave sequía azotó la región y los granos se secaban. Todos estaban preocupados; por eso, se llevaron a cabo varias prácticas supersticiosas para intentar poner fin a la tragedia. Cuando nada funcionó, la gente empezó a culpar a los cinco cristianos de la aldea de ofender a los espíritus de sus antepasados.
Esos creyentes se reunieron para orar. Poco después, el cielo se oscureció y se oyó un trueno. Cayó una lluvia torrencial que duró hasta el día siguiente. ¡Los granos se salvaron! Algunos de los aldeanos creyeron que Dios había enviado la lluvia y quisieron saber más de Él y de Jesús.
En 1 Reyes 17–18, leemos sobre una tremenda sequía en Israel. Pero, en ese caso, se nos dice que fue el resultado del juicio de Dios sobre su pueblo (17:1). El pueblo había empezado a adorar a Baal, el dios cananeo, creyendo que podría enviar lluvia para sus granos. A través del profeta Elías, Dios mostró que Él es el Dios verdadero que controla las lluvias.
El Señor todopoderoso oye nuestras oraciones y siempre responde con lo mejor para nuestra vida.