Cuando una marmota empezó a comerse nuestro garaje (bueno, solo el reborde), compré una trampa pensando trasladar el animalito a un parque. Puse en el interior una variedad de cosas ricas y le abrí la puerta. A la mañana siguiente, me entusiasmé al ver un pequeño bicho en mi trampa… hasta que noté que no era una marmota; había atrapado un zorrillo.
Busqué en Internet para ver cómo sacar el zorrillo de la trampa sin que… bueno, no hace falta que te lo diga. Con suma cautela, se describía cómo protegerse mientras se liberaba el animal. Bolsas de plástico, guantes, lonas, mantas, gafas protectoras. La tarea parecía intimidante y peligrosa.
Entonces, mi yerno dio un paso frente para solucionarlo. Simplemente se acercó a la trampa, abrió la puerta y, con unos chorros de agua de la manguera del jardín, persuadió a nuestro amigo con rayas para que saliera.
A veces, nuestros temores pueden guiarnos a la inactividad. Nos preocupa tanto protegernos que, sencillamente, no damos un paso al frente para solucionar las cosas. Cuando el rey Asa se enteró de que el Señor quería que quitara los ídolos de Israel, «cobró ánimo» (2 Crónicas 15:8). Si lo hacía, tal vez enfrentaría una rebelión, pero dio un paso al frente y, como resultado, la nación se regocijó (v. 15).
¿Estás enfrentando un desafío espiritual? El Señor te ayudará a dar un paso al frente con valentía y a dejar el resultado en sus manos.