En el país africano donde vive una amiga mía, el agua es un elemento valiosísimo. A menudo, la gente tiene que recorrer largas distancias para recoger agua en arroyos pequeños y contaminados, lo que genera enfermedades y muertes. A las organizaciones como orfanatos e iglesias les resulta difícil servir a las personas que no tienen agua. Pero eso está empezando a cambiar.
Con el liderazgo de mi amiga y las donaciones generosas de algunas personas que son miembros de iglesias establecidas, están comenzando a cavarse pozos de agua. En este momento, al menos seis pozos nuevos están funcionando, lo que permite que esas iglesias sean centros de esperanza y aliento. Gracias a este suministro de agua, también se podrán abrir un centro de salud y un hogar para 700 huérfanos.
Esta es la clase de amor que puede fluir de los creyentes en Cristo, tras haber experimentado el amor y la generosidad de Dios. Pablo afirma en 1 Corintios 13 que, si no tenemos amor, nuestras voces solo hacen ruido en los oídos de la gente y nuestra fe no significa nada. Y el apóstol Juan declara que, si tenemos posesiones materiales y hacemos algo cuando vemos que otros tienen necesidades, eso demuestra que el amor de Dios mora en nosotros (1 Juan 3:16).
El Señor desea que seamos «compasivos» (Salmo 112:5 rvc) con los necesitados, porque su corazón es misericordioso con nosotros.