Se cuenta que, a fines del siglo xix, un grupo de pastores europeos asistió a una conferencia bíblica de D. L. Moody en los Estados Unidos. Como era su costumbre, dejaron los zapatos fuera de la habitación antes de irse a dormir, esperando que los empleados del hotel los limpiaran. Cuando Moody vio los zapatos, les mencionó a otros lo que había que hacer, ya que conocía la costumbre de aquellos hombres. Pero nadie le hizo caso. Entonces, Moody los juntó y él mismo los limpió. Un amigo que, inesperadamente, había ido a su cuarto reveló lo que Moody había hecho. Se corrió la voz y, durante las noches siguientes, otros se turnaron para limpiarlos.
El estilo humilde de liderazgo de Moody inspiró a otros a seguir su ejemplo. El apóstol Pablo le recordó a Timoteo que «[se esforzara] en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo 2:1-2). Cuando recordamos que nuestra fortaleza resulta de la gracia de Dios, eso nos mantiene humildes. Entonces, con humildad, transmitimos la verdad divina al ser un ejemplo que anima e inspira a otros a seguirlo.
Jesús es nuestro ejemplo de servicio; dio su propia vida por nosotros.