Mientras esperaba que me hicieran una prueba de la vista, me asombró una frase que vi en el consultorio del oculista: «El 80% de lo que los niños aprenden durante sus primeros doce años de vida es a través de los ojos». Comencé a pensar en todo lo que procesan visualmente mediante la lectura, la televisión, las películas, los eventos, el entorno y el comportamiento de los demás; en especial, el de sus familiares. Cuando celebramos el día del padre, solemos pensar en la poderosa influencia de un papá.

Pablo exhortó a los padres a no frustrar a sus hijos hasta el punto de hacerlos enojar, sino «[criarlos] en disciplina y amonestación del Señor» (Efesios 6:4). Piensa en el ejemplo impactante de un padre cuyo comportamiento y constancia generan admiración de parte de sus hijos. Él no es perfecto, pero se mueve en la dirección correcta. Se ejerce un beneficio poderoso cuando nuestras acciones reflejan el carácter de Dios, en lugar de distorsionarlo.

Esto es un desafío para todo padre; por lo tanto, no es casualidad que Pablo nos exhorte a «[fortalecernos] en el Señor, y en el poder de su fuerza» (v. 10). Solamente con su fortaleza, podemos reflejar el amor y la paciencia de nuestro Padre celestial.

Les enseñamos mucho más a nuestros hijos con nuestra manera de vivir que con lo que decimos.