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¿Sabías que el 28 de junio es el Día Mundial del Árbol? Y hace tres años, la ONU declaró el 2011 como el Año Internacional de los Bosques. «Por el bien de las generaciones presentes y futuras, debemos despertar la conciencia y promover acciones globales para administrar, conservar y proteger de manera sostenible los bosques de nuestro planeta».

¿Cuál sería nuestro papel como cristianos y cómo podríamos participar? Esto se vincula íntimamente con los principios bíblicos expuestos en la Palabra de Dios. Un mundo sin árboles sería un lugar completamente distinto. Vecindarios sin árboles, campos sin madera y continentes sin bosques implicarían el fin de la vida como la conocemos.

Los árboles que nos encomendaron

Quizá pensemos que, con toda esta abundancia divina, las personas nunca podrían usar en exceso este gran regalo del Creador o abusar de él; pero, no es así. Muchas regiones del mundo, que en el pasado estuvieron revestidas y tapizadas con árboles y bosques, ahora se encuentran yermas y desiertas. Una de las razones es que olvidamos lo que nos fue encomendado.

El principio del cuidado responsable de la tierra se halla en las primeras palabras del Antiguo Testamento. Descubrimos que Dios es el Creador de la Tierra (Génesis 1), que es su propietario (Salmo 24:1) y que la ama (Salmo 145:9, 13). Además, Él nos delegó de manera clara la responsabilidad de señorear el planeta (Génesis 1:27-28; Salmo 8). Sin embargo, como señaló el teólogo Francis Schaeffer a principios de la década de 1970, aunque Dios puso la Tierra en nuestras manos, esa supervisión aún está sujeta a su dominio y cuidado superiores.

La conclusión lógica de estas verdades de la Escritura es que Dios, quien creó, posee y ama su creación, permitió, por amor, que las personas administraran y usaran lo que Él hizo. El Señor es el amo y nosotros sus administradores. Es un papel que describe de manera maravillosa la palabra griega que se traduce «mayordomo»: oikonomos. De ella, también proviene el vocablo «economía».

Originalmente, se llamaba economía a las operaciones prácticas de un hogar, donde el mayordomo supervisaba la producción, la distribución y el consumo en la propiedad del patrón. Si nos remitiéramos al mismo concepto de la relación personal del mayordomo con su patrón y a su responsabilidad para con este, estaríamos mejor dispuestos a administrar los bienes materiales de nuestro Amo de una manera mucho más responsable.

Comprender la importancia de los árboles para la totalidad de la vida tal vez nos haga rechazar el viejo refrán de que el perro es el mejor amigo del hombre. A continuación, se enumeran algunos de los beneficios que los árboles nos proporcionan:

• Proveen oxígeno
• Moderan la temperatura
• Incrementan las lluvias
• Recogen y absorben polvo y otros contaminantes atmosféricos
• Protegen la tierra de cambios climáticos acelerados
• Producen suelos saludables y los protegen
• Proveen alimentos
• Proporcionan refugio y abrigo para muchos animales
• Brindan protección para miles de especies de plantas sensibles al sol
• Proveen sustancias curativas
• Proporcionan materiales de construcción
• Suministran papel y sus derivados
• Proveen madera y combustible
• Estimulan los sentidos y la contemplación de la belleza
• Constituyen vallas vivas que detienen la arena y la nieve arrastradas por el viento
• Reducen la intensidad de la luz solar
• Protegen los acuíferos para las comunidades

El Salmo 148 declara: «Alabad al SEÑOR desde la tierra, monstruos marinos y todos los abismos; fuego y granizo, nieve y bruma; viento tempestuoso que cumple su palabra; los montes y todas las colinas; árboles frutales y todos los cedros; las fieras y todo el ganado; reptiles y aves que vuelan; reyes de la tierra y todos los pueblos; príncipes y todos los jueces de la tierra; jóvenes y también doncellas; los ancianos junto con los niños» (vv. 7-12).

Este pasaje nos enseña que Dios se preocupa por lo que creó, se regocija en su creación, es bueno y compasivo con ella, y la ama. ¿Qué haremos nosotros?

 

Extraído del librito Celebrating The Wonder of A Tree (La celebración de la majestad de un árbol) © 2002 RBC Ministries